Todos mis lectores habituales y los no tanto, saben que uno tiene achaques de la edad que lo llaman y como sus aficiones son acordes a su edad y una juega al golf, me dio el otro día un pinzamiento del nervio ciático que me dejo en urgencias el día sábado.

Del meollo físico del problema ya estoy mejor. Uno que aunque intentó tomar pocas pastillas, algo tomo.
De los efectos colaterales emocionales, como dice la Ceci a lo que paso, estamos ahí, pero sobreviviremos.

Ayer fui al osteopata.
Que manos, Dios, que manos.
Independientemente que era un tío buenorro, algo macarra eso si en su manera de hablar y de expresarse, pero simpático. En otras circunstancias o en un bar, posiblemente me lo hubiera ligado, porque es mi tipo aunque sea para un polvo algún fin de semana. Pero ayer me dio algo de corte la situación.

Que manos, Dios, que manos.
Si con esas manos hizo lo que hizo conmigo, que aunque en algún momento me hizo llorar del dolor, en la zona afectada, hoy estoy mucho mejor. Solo tengo dolor porque aun tengo inflamado el nervio, pues una menda aquí que escribe no tomo los anti – inflamatorios pues me afectan el estomago, así que la curación es más lenta.

Que manos, Dios, que manos.
Me he quedado pensando, si con esas manitos que Dios le dio, y sin aceite porque los osteopatas no usan nada más que sus manos, eran delicadas, suavecitas y firmes. No quiero pensar que harían sobre mí en otras circunstancias, digamos algo más sensual.

Y el jueves que viene tengo que volver por más.
Ommmmmmmmm. Ommmmmmm.