Para no variar, coincido con Titobeno, porque yo también cuando veo la publicidad de mi mejor verano, me revuelve los recuerdos.
No diré el mejor verano de mi vida, porque posiblemente aun puede venir uno mejor, pero si el mejor hasta ahora.
Con veintitantos años, me voy desde Buenos Aires, a una isla en el sur de Brasil que se llama Santa Catalina, en bus (24 hs. de bus) con dos amigas. En un hotel de playa junto al mar, en una playa de 17 km, Joaquina, donde el único hotel era este y el camino terminaba ahí. Dos semanas.
Justo y sin haberlo previsto, coincidimos con el campeonato de surf de OP Pro de Brasil. A los pocos días el hotel se llena de surfistas.
Cuerpos morenos, esculpidos, sonrisas “profident”, simpatía a raudales. Como coincidíamos todos en el horario de desayunar, a las 24 horas, todos amigos. Nos pasábamos en la playa todo el día. A las 6 de la tarde, llegaba el barman, con una nevera de camping, una sombrilla y música. Plantaba la sombrilla, y se abría el bar con las caipiriñas, los porros y alguna que otra caiporska.
Con fiestas hasta ni se que hora, con fogatas en la arena.
Que recuerdos.
Yo que siempre he tenido el estomago delicado, me intoxico y me da una gastroenteritis que preocupo a todo el mundo. Entre la fiebre y mi estado. Se plantean la posibilidad de llevarme a un hospital, pero en Brasil, en una isla, digamos que no es muy aconsejable, o era, hace tantos años.
En eso aparece mi salvador. Uno de los del grupo de surfirstas. Me cuidó los 4 días que estuve en cama. Con sus cuidados y unas medicinas que me recetó un médico que estaba hospedado en el mismo hotel, me mejore.
Pero me quedé muy baja de energía. Así que me tuve que sacrificar, llame a mi madre, le conté lo que me paso, y le dije que me quedaba otras semanas, lo comprendió. Me quede con mi “surfista” otras dos semanas para reponer fuerzas.
Menudas semanas.
Sol, mar, largas caminatas por la playa sin gente al atardecer, muchas charlas, unas cuantas caipiriñas y mucho sexo.
Cuando volví a mi casa, otras 24 hs de bus. Mi “surfista” que vivía en San Pablo, prometió venir a verme a Buenos Aires, pero nunca más nos vimos.
Eso si, le he recordado siempre. Por su dulzura, por su encanto, por su sonrisa, y porque duró lo que tenia que durar para ser el mejor verano o casi hasta ahora. Aun hoy después de tantos años, me roba una sonrisa su recuerdo. Ay por Dios!!!
¿será por este recuerdo que me gusta tanto la playa?
Hola Lu,
Posiblemente, por eso te guste tanto la playa, es genial asociar los magnificos momentos a los lugares bonitos.
Si no es tu mejor verano, tus recuerdos lo hacen muy muy especial.
Besos
bueno…es un verano de cal…. y verano de arena…porque lo de ponerte malísima de la muerte no creo que sea algo jejejeje, de lo que tengas buen recuerdo…
yo recuerdo un viaje a Santo Domingo con todos los gastos pagados que me regalaron, y me pasé de los 7 días, 3 en cama creyendo morir…… por una parte, si, me gustó Santo Domingo, por otra….ufffff, creí que no volvería 😉
Un estupendo verano, con prórroga y todo :DDD Besotes