Llevo más de una semana, mosqueada por situaciones laborales. La hora de la verdad fue hoy por la mañana. Sinceramente tenía miedo, porque con la neura que nos han metido a todos en el cuerpo con el tema del paro, a mi edad, justo en mi profesión, uno ahora vive con miedo de perder la mierda de trabajo que tiene. Que es eso, una mierda, pero es lo que paga las facturas y gracias a dios que es así.
Lo que decía. Hoy he vuelto a comprobar que la única manera de enfrentar una situación es de frente. Asumiendo lo que haya que asumir, con la cabeza alta, si uno está convencido que hizo las cosas bien. Sin rodeos y sobre todo con la verdad.
Sé, porque lo he sufrido en el pasado, que ni con esta actitud a veces sales airoso, no digo victorioso, la victoria no es de uno en esto. Uno se siente frustrado y bastante. Esta vez no ha sido así. Menos mal, una de tantas.
Se me ha escuchado. He hablado muy despacio y pausadamente, cosa rara en mí que siempre voy a mil, pero lo he hecho conscientemente y quizás calculado, ante el interlocutor que tenía en frente. Pero sobre todo, he dicho la verdad. Bueno, todo hay que decirlo, no deja de ser trabajo, la he dicho, pero la he disfrazado con un poco de dramatismo para lograr lo que logré, después de todo uno es una mujer y somos más emocionales que los tíos no?, Lograr que ¿ Que se me respetara las decisiones tomadas en ausencia, y sobre todo que no hubiera discusiones autoritarias. Básicamente, que se me tuviera en cuenta mi criterio, y creo que así ha sido.
Pero me he quedado exhausta. Por dios, que semanas. Pero ya he vuelto a la normalidad, de mi jornada reducida, poco más.
Todo esto me ha llevado a pensar, que los años y la experiencia te ayudan a enfrentar lo que sea, con el dialogo. Que es la única manera de conseguir cosas, dialogando. Ni imponiendo. La imposición de posturas o criterios no funcionan.
Esta semana también, he visto como dos encargados de obras han intentado probarme como yo digo. En que probarme? me ponían preguntas o decían cosas para que metiera la pata. Error por su parte. Les he pillado y directamente les he dicho “no me pruebes que quizás no te gusta lo que logras”. Por suerte terminó todo en risas, que confirmaron mis sospechas. Como odian que las mujeres les dirijan o les den una orden en el trabajo.
Yo se que trabajo en un ambiente netamente masculino. Cuando yo fui a una obra la primera vez, casi no había mujeres en la construcción, ni en las oficinas, hace 25 años. A veces pienso que debería haber hecho caso a mi madre, y estudiado magisterio que tenía 3 meses de vacaciones en vez de arquitectura. Odio las obras, el polvo, el machismo, aunque ahora ya es menos. Me gusta el romanticismo del trabajo del arquitecto, la parte creativa.
Me he desviado de mi post de hoy. Lo que decía…
Volviendo a lo de antes, la única manera de enfrentar un tema, es de frente, hablando y sobre todo escuchando. Si hay que contestar se contesta, pero nunca se agacha la cabeza. Eso sí, con educación y buenas maneras, sin gritos. Con argumentos. No conozco otro camino para lograr algo.
En fin…a otra etapa.
pd: che Pedrín, no estoy perdida, he retomado el libro de las hijas del …. Elefante de los dos colores. Pronto Te envío otro capítulo…
Pues no sabes lo que me alegro de que todo haya terminado bien. Aunque no me extraña. Conociéndote un poco, como te conozco, me extraña que, con lo segura de ti misma que se te ve, y la impresión que das de tener las ideas muy claras, todavía haya gente capaz de creerse que pueda achantarte.
Lo que has comentado me recuerda un poco a mi época en la arqueología, cuando era también un mundo mayoritariamente masculino, tanto por parte de políticos, como de arquitectos, obreros, técnicos, etc. Y yo era muy jovencita, y sé que algunos me llamaban un poco despreciativamente “la niña”, pero precisamente porque era joven no tenía la prudencia que tengo ahora y reaccionaba con un genio que, por lo menos, tenía la cosa buena de que les demostraba que podía ser una chica y joven, pero ni era tonta ni me dejaba impresionar por señores con casi el doble de años que yo.
Besos.