O hilando recuerdos…
Hace unas semanas me encontré a una señora que estaba dejando trastos viejos en un contenedor, porque estaba vaciando un piso. Viviendo donde yo vivo, a veces en esos trastos se encuentran cosas que aun tienen algo de valor o utilidad.
Justo cuando yo pasaba estaba dejando una caja de madera marrón, que tenía varios compartimentos y pisos. A mí que me encantan las cajas de todas su formas, me acerque y le pregunté si la iba a tirar. La señora me dijo “lo quieres? Es un costurero” y lo abrió. Aun estaba lleno de hilos, agujas, botones. Yo le dije que sí. Ella sonrió y me contesto, “pues para ti es, cuídalo porque era de alguien que lo uso y quería mucho”.
Ahí partí yo con mi caja de tres pisos marrón chocolate. Cuando llegue a casa la vacié sobre un papel para limpiarla. Estaba llena de polvo de viejo. Las cosas que había adentro, menos los hilos, algunos aun sin usar, las agujas y alfileres, lo demás fue todo a la basura. Evidentemente yo no lo iba a usar de costurero, para lo que yo coso, no valía la pena.
Lo bueno de la caja es que tiene varios niveles de cajas y cajitas dentro. El primer problema fue, el color. Un marrón casi horrible, así que le pinte de negro, pensando en pegarle fotos viejas por fuera y hacerlo personal para guardar vaya a saber qué, pero algo guardaré.
Hoy me puse a buscar que pegarle fuera. En otra caja, esta vez azul que tenia sin abrir hace años y pensando que había fotos, encontré muchas cosas que pegar. Pero sobre todo encontré recuerdos. Fotos viejas y olvidadas de gente que ya no está a mi lado, porque han muerto, o tarjetas cariñosas escritas desde Buenos Aries, por un tal Rubén, que se ve que me apreciaba mucho pero que no he podido recordar quién es.
Pero lo que más me ha llamado la atención, porque no es casualidad, para mí las casualidades no existen, es una carta de mi padre del año 97. Me ha llamado la atención porque en ella me habla que había terminado de leer, según mi recomendación, la cuarta parte del libro del Clan del Oso Cavernario, deduciendo que habría una quinta y que le había gustado mucho. Curiosamente, esta semana salió ya la parte 6 y me lo compre ayer. Es más, antes de ponerme con lo de la caja, lo estaba leyendo. Es coincidencia o qué? Para mí sobre todo llamativo.
Así que la simple acción de quedarme con una caja que iban a tirar a la basura, me ha llevado a encontrar una carta perdida de mi padre, que hace 14 años estaba leyendo la misma saga de libros que yo estoy ahora retomando. Me ha llevado a sonreír con fotos de viejos amigos que tenía en Sevilla, Miguelito y su hermano, y a pensar que será de sus vidas, o encontrar una de hace años de mi amiga la navarrica, que cuando la escanee y se la mande, dirá que mala amiga que soy mostrándole las pintas que teníamos, o ver fotos de mi primer piso en este barrio, casi vacío con solo una alfombra y unos almohadones en el suelo, y como ha cambiado mi casa ahora luego de los 19 años que lleva esa foto, y ver cómo me he llenado de cosas. En fin.
He encontrado muchas cosas para pegar en la caja, y todas serán de gente que quiero y he querido. Lo tengo claro. Pero me encantaría saber quién es ese Rubén que me escribía postales desde buenos aires, y chateaba conmigo. Como dice en una “te dejo una frase del Gordo Troilo: “Cómo van a decir que me fui del barrio? Si siempre estoy volviendo”. Dejándome un beso con bergoña…
Hay Rubén, quien sos? Me ha entrado el gusanillo, porque no tengo una sino un montón de postales de buenos aires.
muy bonito post. me gustará ver esta caja… si se puede!
un besote
ah, y otro para Rubén!