Hoy he leído una de las mejores reflexiones sobre los libros de auto ayuda. Muchas veces los he leído y pongo a Dios por testigo que pienso en positivo, pero las cosas nunca llegan.
No me quejo, pero lo que prometen que conseguiré, no hay manera.
Hace varios años, que tengo un pensamiento positivo recurrente en algo que quiero que no es material, sino un reconocimiento en algo. Pero han pasado los años, y no he tenido ese reconocimiento sino que cada vez desaparece más el motivo que lo pedía. Sigue ahí, pero cada vez se hace más invisible. O sea, lo contrario a lo que quería conseguir.
Para lo único que me ha servido el pensamiento positivo, es para darme cuenta que nadie te regala nada, que todo se consigue con tu esfuerzo y trabajo y que te olvides del universo, que no te revolverá nada. Cuanto más bien haces mas te jode la gente. Cuanto más la ayudas, más te usan. Conclusión, Se positivo, pero piensa solo en ti, y la gente que a ti te interesa o que quieres. Nada más.
En el mundo que vivimos, se peca de ingenuo teniendo un pensamiento positivo.
Esto que digo, que soy una convencida, me lo afirma un artículo de El País de hoy de Ramón Muñoz, que tengo que felicitar. Porque su reflexión es realista y concisa.
Presenta el Positivismo como una forma de control. Así la culpa recae en la persona y no en el sistema. Por favor lee lo aquí, valdrá la pena.
Algunas perlas del artículo por si eres un culo gordo perezoso para leer…
«»Ya, ya, sabemos que está en paro, pero con esa actitud negativa no se llega a ninguna parte. Sonría, sonría». «Sí, sí, puede que tenga cáncer pero no interiorice lo que le está pasando como una desgracia sino como un desafío». No, no es un diálogo inventado. Estas frases se han convertido en un lugar común y resumen la corriente de pensamiento de que la desgracia en sus variadas formas no es, en realidad, un infortunio sino un reto, y que acabar en las filas del desempleo o contraer una enfermedad grave, por ejemplo, es una oportunidad de cambiar de vida, de superación personal.»
«…Se trata de la ley de atracción, cuyo enunciado dice que «cualquier idea que esté en la mente se atrae hacia la vida». Obviamente, si las imágenes que te dan vueltas en la cabeza son positivas, atraparás éxito, mansiones, dinero… Así que, pase lo que pase, piensa en positivo.»
«A los estadounidenses se les insta a pensar en las desgracias como oportunidades. El desempleo supuestamente ofrece la oportunidad de pasar a un trabajo mucho mejor, como sugiere el libro de Mackay. Del mismo modo, la enfermedad ofrece una oportunidad de crecimiento personal para llegar a ser más sensibles, espirituales y evolucionados. Así que si nos fijamos en las cosas positivamente, nunca hay ninguna razón para quejarse. Y si, después de meses o años, todavía no has encontrado un puesto de trabajo -o si el cáncer ha hecho metástasis- solo tienes que trabajar más duro para ser positivo y superarlos», señala Ehrenreich, en declaraciones a este diario.»
«En el ámbito político, el presidente del Ejecutivo, José Luis Rodríguez Zapatero, ha hecho del optimismo la misma razón de su Gobierno. Desde su famosa negación de la crisis («No estamos en crisis. Solo tenemos alguna dificultad que nos viene de fuera» (7 de febrero de 2008), a sus reiteradas acusaciones de «antipatriotas» a los que alertaban sobre ella o aquella categórica advertencia cuando el paro comenzó a desbocarse: «El pesimismo no crea ningún puesto de trabajo» (1 de junio de 2008). Su optimismo tampoco parece que haya servido de mucho.»
«Más que una crisis económica es una crisis de conciencia. Hemos negado la realidad y nos ha estallado en las narices. Estamos en crisis por ambición, por narcisismo. Hemos comprado con dinero que no teníamos cosas que no necesitábamos para impresionar a quienes no conocíamos o no nos caían bien, en un delirio colectivo que no se podía sostener. Lo bueno de esta crisis es que nos lleve a tomar conciencia de quién nos gobierna en lo privado y en lo público, y a reinventarnos, desde la formación, la innovación. Ponernos a llorar no sirve de nada porque mamá Estado no nos va a llenar la mano. Es el momento de asumir riesgos porque si nos quedamos en un rincón la crisis se repetirá», dice Rovira.
«Uno de los argumentos falaces que emplean los positivistas es dividir el mundo entre los que piensan en positivo como ellos y los pesimistas depresivos. Y está claro que, puestos a elegir, es preferible vivir en una nube que sumergido en una ciénaga melancólica. En esta división interesada se olvida que hay otra categoría de seres humanos que han contribuido mucho más que cualquier otra al progreso: los realistas.»
«Afrontar los problemas desde el realismo, aunque eso implique un pesimismo inicial, hubiera, por ejemplo, suavizado las consecuencias de la crisis financiera internacional. Como relata de forma magistral el documental Inside job, cualquiera que se atrevía a alertar sobre la enorme burbuja que se estaba cociendo en torno a los productos financieros tóxicos, basados en hipotecas impagables, era automáticamente ridiculizado o condenado al ostracismo. Los signos de que toda esa riqueza se estaba construyendo sobre una enorme montaña de deuda sin ningún sostén eran cada vez más evidentes y las voces que lo denunciaban también.
¿Por qué nadie las escuchó hasta que la quiebra de Lehman Brothers devolvió al mundo a la realidad? «Una buena respuesta a estas preguntas es que a nadie le gusta ser un aguafiestas», respondía el Nobel de Economía Paul Krugman en una tribuna en EL PAÍS. «¿Quién tenía ganas de escuchar a unos economistas patéticos advirtiendo que todo aquello era, en realidad, un negocio piramidal de dimensiones descomunales?», añade.»
En fin, mejor lee el artículo. Yo ahora me convenzo definitivamente de algo que pienso hace mucho «puedo ser invisible, pero soy realista. Aunque la realidad a veces mate o los demás creas que eres pesimista. Es preferible ver la realidad que hacerse ilusiones de cosas que nunca llegarán. Las ilusiones no te dan de comer».
Creo que el artículo precisamente critica la memez del pensamiento positivo y se advierte de la gravedad de lo que se comete con personas que están pasando por una situación grave: se les quiere convencer de que tienen en su mano la solución de sus males y en gran parte se les hace responsables de que sus problemas no se arreglen.
Yo no soy pesimista, pero si un médico me dice tras diagnosticarme un cáncer que todo depende de cómo me enfrente a ello, que tengo que luchar (¡además!) y que será lo que yo quiero que sea, le llamo imbécil. Y si me dicen que quedarme sin trabajo es una gran oportunidad, lo mismo.
Son teorías absurdas y filosofía de saldo.