Cuando uno es como soy yo, que suelo reflexionar mucho. Quizás más de la cuenta, pero intento ver las cosas desde fuera de mi punto de vista, para sacar un conclusión correcta. Me es por momentos muy claro ver que en situaciones similares, estoy empezando a cometer los mismos errores.
Esto me paso la semana pasada. De repente me di cuenta que estaba mezclando “afecto” con “trabajo”. Y algo tengo claro que trabajo es trabajo. He rectificado, pero hasta semana no veré si lo he podido solucionar.
Todo esto me lleva a preguntarme porque las mujeres en una gran mayoría, no digo que no haya excepciones, todo lo pasamos por el afecto y las emociones. Es una característica femenina, lo se, pero en temas de trabajo nos equivocamos la mayoría de las veces.
Yo particularmente necesito controlar más esto. Soy consciente. Pero me es difícil. Si no lo controlo, me empiezo a comer la cabeza. Y el trabajo es oferta y demanda. Yo trabajo y tu pagas. Es un contrato nada más. Yo no soy tu “amiga”, soy la persona que has contratado para hacerte el trabajo.
Si lo pensamos un poco, cuantos amigos de esos trabajos que ya pasaron por nuestra vida tenemos? yo, ninguno. Se acabo el trabajo, se acabo la amistad. Y esto con respecto a los compañeros, pero yo lo que estoy diciendo es con respecto a los clientes.
Clientes, en mi caso, que te contratan para reformar su casa, su local o lo que sea. Nunca serán mis amigos. Son mis clientes. Por más que yo sea una persona comprensiva, empática, no dejan de ser eso, clientes.
Lo mismo me pasa a los que yo contrato para que trabajen para mi. No son amigos, o son empleados o son proveedores, no son amigos. Si tengo que ponerme firme, pues a ponerse.
Al final, me doy cuenta, que los que estamos en el medio y trabajamos para nosotros mismos, estamos en una situación de soledad. Porque no tenemos el “colega” del trabajo para irnos de copas a olvidar los marrones del mismo o no podemos darle rienda suelta de comprensión a los clientes, porque se subirán a tu chepa y pedirán lo que no esta escrito.
Muchas cosas tengo que terminar de aprender, y grabar a fuego en mi cabeza, para no cometer siempre los mismo errores.
1- el trabajo es trabajo y no amistad.
2- los amigos son los que se comen un saco de sal contigo.
3- no confundir “amigos” con “conocidos con una afición común”.
4- No dar más por el pito de lo que el pito vale.
Yo nunca he tenido clientes, pero sí muchísimos compañeros de trabajo. Y cuando la gente tendía a confundir a compañeros de trabajo con amigos, y luego se daba el gran tortazo, me daban ganas de decir “te lo dije”.
A los compañeros de trabajo no los eliges. Están ahí pero podrían estar otros completamente distintos. Pasas muchas horas cada día juntos. Tenemos muchas cosas en común (personas, ideas, formación, lecturas…) y todo eso termina por confundir a muchos. Cuando he cambiado de destino me he marchado sin la menor intención de prolongar relaciones que estaban destinadas a morir poquito a poco, agónicamente. Qué triste. Prefiero el adiós radical y definitivo con un abrazo a ese ir sintiendo poco a poco que esa persona no te importa nada ahora, 8 años después, y darte cuenta de que procuras esquivarla cuando la ves a lo lejos en la calle porque ya no tienes nada que decirle.
En Galicia tenemos un dicho “amiguiños si, pero a vaquiña polo que vale”… El negocio es el negocio, nena.
Qué te voy a contar que no sepas, ánimo ;*