Ayer caminaba por la calle, y he notado que en una esquina cercana a mi casa, hay un señor que siempre tiene plantas o flore para vender. Lo que se llama venta callejera sin pagar impuestos. Pero no quiero hablar de eso.
Lo he visto varias veces, en distintos días, aunque no está todos los de la semana. Ayer era domingo, y se ve que le habían quedado flores por vender, porque ahí estaba vendiéndolas o intentando.
A mi me encantan las flores, y cuando pase junto a él, tenía un ramo de gerberas muy bonito. No lo compré, pero me quede recordando cuando hace unos años, siempre compraba una gerbera roja, fresca al inicio de la semana y la tenia hasta que compraba otra. Esta costumbre, la tuve varios años, hasta que intentaron empezar a cobrar 5€ por una sola flor.
La costumbre murió. Como muchas cosas en mi vida, por la pasta. Las prioridades cambian. Antes, sino tenía una fresca en su jarrón me faltaba algo, ahora me da igual. Me compré una de tela, para dar el pego, pero debo reconocer que no es lo mismo. Son parte de esas costumbres que uno tenía antes de la bendita “crisis” y que ya no tiene, por razones obvias.
Cuando veo esas películas que siempre tienen una jarrón de cristal redondo, con flores frescas, debo reconocer que me dan un poco de envidia. Me encantan las flores. En Francia por ejemplo, tienen mucha cultura de la flor fresca, y sus florerías son impresionantes. Aquí no son tanto.
Todo hay que decir, que vi las gerberas del vendedor ambulante, pero resistí la tentación y seguí caminando. No es momento de gastar en flores frescas. Algo efímero de belleza que puede ser, te alegre unos días, pero como todo en la vida morirá con el paso del tiempo como muchas cosas. Incluido nosotros.