La chica de los mil nombres

Esa soy yo. Eso me llamaba mi padre cuando escuchaba que alguien ya me había vuelto a cambiar el nombre.

Yo me llamo como me llamo María Lucrecia por culpa de mi abuela materna. Soy la menor, luego de tres hermanos varones. Mi madre fue la primera que se casó en su familia, por lo tanto somos los primeros nietos, los cuatro. El quinto, me sigue a mi por dos meses, y es un primo.
Por lo tanto cuando nació mi hermano más grande, fue una sorpresa porque siempre mi madre quiso una niña. Le iban a llamar María Rosa como ella, pero al ser varón le llamaron como mi padre.

Al segundo, más de lo mismo. Antes no existían las ecografías que te daban el sexo del bebe como ahora. Solo había una luz roja o azul en la puerta de la sala de parto, que según el sexo, anunciaban al padre que también se quedaba afuera, no entraban. Otra época.
Pues lo mismo, el segundo se iba a llamar María Lucrecia, y nació varón. Con el tercero, igual. Para él habían elegido María Claudia, y se llama Roberto. Nada que ver.

Pues conmigo ya habían tirado la toalla de tener una niña y eligieron Martín Andrés. Mi padre siempre me contaba que el médico era amigo de él, y como yo nací casi al amanecer, entre que mi madre casi no llegaba a la sala de parto y por poco me tenía en el pasillo, que era verano y la clínica estaba cerrada a la hora que ellos fueron que tuvo que ir a buscar al médico a su casa de la otra manzana porque aun no había llegado, le sonó a broma cuando se encendió la luz roja de la puerta. Pensó que le estaba tomando el pelo su amigo.

Ojo, para el que piense que estoy de coña o que es una historia tipo Macondo, pues diré que con los años que tengo yo, no es de extrañar que estas cosas pasaran.

A lo que iba.

Pensó que era una broma, que solo comprobó que no cuando me vio. Pero el nombre Martín no me pegaba con lacitos rosas. Martina en esa época no era un nombre que se pusiera a una chica. Menos mal que mi super abuela Rosa, que yo adoraba se apiado de mi y dijo “pues maría Lucrecia le pega”. Porque cualquiera de los otros me daba algo si lo usaban. Este me gusta, sobre todo cuando me llaman “lukre”.

Pero por cosas de la vida, mientras vivía en Argentina nadie usaba mi nombre. Nunca he sabido porque. Quizás porque Lucrecia no era común. Por ej recuerdo que cuando entre en el colegio de monjas, una compañera que también se llamaba así de segundo nombre, le decía a otra “ves que lucrecia existe“. No le creían que existiera de nombre.
En fin, cosas extrañas.

Como contaba, nunca me llamaban con el nombre real. Mi padre me llamaba “Ne” o “pichón de mono”. No pregunten porque, porque eso es otra historia. Mi madre “mari o Marilú”. Este segundo porque un año me regalaron una muñeca Marilú y resultó que la muñeca era más alta que yo, así que decían “pero si parece la marilú“. Ahí me quedo. El 90% de la gente me llamaba así, allí. Yo siempre lo odie.

Bueno me han llamado maluli, marucha, maria, etc, etc. Según quien ha dado vía suelta a su creatividad sobre mi nombre. Bueno me han llamado de otras maneras pero en la intimidad.

Cuando empecé a vivir aquí, en España, dije “esta es la mía” y use mi nombre verdadero “Lucre”. Hasta mis amigos de argentina cuando venía para aquí se acostumbraron a llamarme así, so pena de destierro. Bajo presión la gente acata las indirectas.

Dear lector, ¿te preguntarás pero a qué viene todo esto? Fácil.

Estos últimos años me he reencontrado con mis primas que no veía desde hace un montón, y por ej. en este viaje allí me encontré con una compañera de la facultad que ahora no escribimos mails bastante seguido, y me llama, obvio, Marilú.

Me choca que me llamen asi, aqui solo lo hace mi hermano el francés, aunque con el tiempo ya me llama como se debe. Hasta mi sobrino D, me dice Lucre. Aunque debo reconocer, que ya no me parece tan feo o me molesta menos a la distancia.

En un viaje a Venecia, hace unos años, me enteré que la primera mujer en terminar la facultad se llamaba Lucrezia, y cuando volví del viaje, pasé a llamarme así me sonaba divertido, cambiando el Lucrecia por Lucrezia con Z.

Pero todo esto ha vuelto a pasar. Y ahora vuelvo a ser simplemente Lucre, porque me gusta. Hoy me llamó por teléfono alguien que me llamo asi “Lucre”, y si, me gusta.

Pero advierto, sigue sin gustarme que me llamen Marilú. Lo perdono al que antes lo hacia, pero algún día no contestare a ese nombre.

5 comentarios en «La chica de los mil nombres»

  1. Querida Lukre, me perdonarás, pero Marilú suena a galleta.
    En “mi época”, lo común era anteponer el María a todos los nombres femeninos y posponerlo en muchos masculinos (ya sabes, mandaban la iglesia y el ejército). Así que casi todas las mujeres se llamaban María Algo…
    En mi familia todas las mujeres son Marías… y, la verdad, es un nombre que no me ha gustado nunca.

  2. pues yo seguiré con LÚ, que me gusta mucho, si no te importa. además creo que te pega: eres una chica directa, sincera y contundente, además de entrañable y magnífica amiga.
    ahora que caigo, en Francia también es nombre de galleta :), pero la verdad es que nunca lo he asociado hasta ahora!

    pues tú dirás…

  3. Cuando te empecé a leer, pensé que Lukre era un apodo que habías elegido (como yo he elegido Miroslav). Sólo mucho después me enteré que era la apócope de tu nombre real. Cuando me enteré (leyéndote, obvio) me extrañó no haberlo pensado antes. Un beso, ña Lucrecia.

  4. vuelvo de nuevo, tampoco soporto los diminutivos tipo Carlitos, Manolin, Elvirita,… me sacan de quicio.
    Y eso que yo también utilizo apócope, que es la fórmula menos mala.

  5. Jin tu me puedes llamar como quieras, aunque sea el nombre de una galleta,, al final soy tan dulce como una no?
    (juaaaaaaaaaa me parto)

    Miroslav.. cuando empece con el blog cometi el error, si se puede llamar asi, de poner el nombre mio. es mas este blog al principio era los divagues de Lukre…
    pero no pense que me iba a hacer tan famosa en la red 😛
    jjjjjjjjj

    santi
    odio los diminutivos, pero reconozco que yo les llamo cuchicuchis… peques.. no se qeu sera peor no?

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