Sentimiento de pertenencia

Cuando uno vive lejos de donde nació, si la mayoría de sus recuerdos, familia y vida es lejana, sufre soledad o mejor dicho desafección provocada por la lejanía. Le falta ese sentimiento de pertenecía, siempre.

Uno siente a todos cercanos, pero a la vez muy lejanos. Te da cuenta de lo lejos que esta de su vida original, realmente,  cuando alguien querido muere. Y si no puede volver para vivir el duelo con tus afectos, aun peor. El cerebro desconecta lo que siente de la distancia, y todo se hace, en algún punto, irreal, como si no hubiera sucedido. Acrecentando lo que muchos llaman “morriña”.

En mi caso, luego de 30 años de vivir lejos de donde nací, he sentido estas faltas o desconexiones, pero sobre todo no me sentía ni perteneciente allí, ni a donde vivo ahora.

Pero es solo un sentimiento.

Porque la realidad me ha demostrado esta semana que si tengo “pertenencia”. Que he echado raíces. Que me puedo sentir que son una “adoptada” de la ciudad y la gente que me acogió.

Teniendo en cuenta que luego de vivir casi 20 años en un barrio, hace cuatro me mude. Aunque nunca he dejado el contacto con el anterior, porque nos separa solo una cuesta. Aunque parece otra ciudad, pero eso para otro post.

De repente me encontré con alguien que hace tres años se fue a vivir a Alcalá, y ahora a vuelto a Madrid y vive en la misma zona que yo ahora. Alguien que hace mucho conocía del otro barrio y los perros. Una alegría.

Y unos días posteriores, tuve que subir a hacer un trámite donde vivía antes, y me encontré con otras dos personas que estaban de café y hace mucho no veía. Una era Elisa, la señora que me acogió cuando llegue al barrio anterior allí por 94.

Si fueras un lector habitual del blog, recordarías porque lo he comentado un montón de veces, esa frase “los amigos de verdad son los que se han comido un saco de sal contigo”. Pues esto me lo enseño, ella, Elisa. Me dio un salto el corazón cuando la vi, y me acerque a ella con los brazos abiertos para darle un abrazo de oso, cosa que hice.

En un principio la vi, viejita  pero como siempre atenta y cariñosa conmigo. No recordaba que me había mudado, y parece que pensaba que yo había vuelto a la Argentina. Le prometí que esta semana la llamaría, y me volvería a subir con más tiempo a tomar un café y charlar como antes. Cosa que haré. Muchas cosas me tiene ella que contar y yo.

Estos encuentros me hacen ver que uno si “pertenece” a algún lugar. Y cuando piense que no, lo recordaré. Aunque lamentablemente el sentimiento de No pertenecer a ningún lado, es recurrente en la gente que no vive donde se crio.  Hay otras carencias, pero vencer esa falta de pertenencia, es lo que diferencia que uno haga arraigo donde vive,  y se quede, o tire la toalla y se vuelva.

Yo se que tengo “pertenencia”, aqui y allí. Allí porque siempre la tuve, parte de amigos y familia siguen ahí, y aquí porque encuentros como los de esta semana me lo demuestran.

Así que  contundentemente puedo decir que seré siempre argentina, pero soy madrileña de adopción.

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