Decepcionar

Hace unos años,  tuve que suplantar a alguien de mi trabajo en sus obras en visita con la propiedad y el arquitecto. Evidentemente todo lo que se comentó no iba conmigo, ni era nada personal, y lo tenía claro. Pero el arquitecto o mejor dicho la arquitecta, cabreada, cogió un tono “maternalista” como si le hubiera estado hablando a un niño, regañándolo.

Esto a mi particularmente, me pareció bastante poco profesional. Una cosa que he aprendido trabajando  o he hecho un esfuerzo por aprender, es que es trabajo, que no hay amigos y sobre todo que los clientes no tienen una relación afectiva con nosotros, solo es el trabajo una prestación, un contrato por hacer algo que como contraprestación tiene un pago. Nada más.

Si en vez de decirte, “estas pasando de la obra, no me gusta como habéis hecho esto, que no se cumplen los plazos, o lo que sea que no te guste”, dices “me siento decepcionada”, estas poniendo sentimientos en una relación laboral.

Yo particularmente creo que “decepcionar” solo se puede a un ser querido cercano, lo demás no es decepción, es otra cosa. Pero a los clientes, les puede gustar o no lo que yo haga, pero “decepcionar”? no creo.

Leyendo por ahí encontré una reflexión de Mariano Arnal, que es profesor de latín, y se dedica a explicar el castellano y dice…

“Me has decepcionado”, “me siento decepcionado”, esto es decepcionante”, son las expresiones en que solemos usar este lexema tan culto, tan elegante, que apenas se entiende, o no se entiende como debiera. Y solemos añadir algo así como: “Has frustrado las esperanzas que tenía puestas en ti”. En efecto, al usar el verbo decepcionar solemos cargar el peso de la culpa en el decepcionado, no en el decepcionador. Pero si hay un decepcionado, tiene que haber un decepcionador. Si hablásemos en lenguaje transparente, hablaríamos de engañar, que se entiende más claro; aunque probablemente volveríamos a suavizar la expresión diciendo “me siento engañado” en vez de “me has engañado”; en efecto, usamos el término decepción cuando se trata de expectativas, de promesas insinuadas, no de promesas hechas.”

Sobran más palabras. Que rico es nuestro idioma. En un trabajo se puede “engañar” o lo que sea, pero no decepcionar, que no te toquen la fibra sensibles solo es trabajo.

Cuando se mezclan los afectos en un trabajo con el cliente, es un error. Es como decir que un compañero de trabajo es tu amigo. Puede que con el tiempo alguna relación nacida en el trabajo sea amistad, pero mucho tiene que pasar. Sino mira para atrás y reconoce cuantos amigos tienes de trabajos que ya no los tienes?

Mi padre tenia un amigo cuando yo era pequeña que decía “los amigo y familia no se mezclan con el negocio” o algo por el estilo. Tenia razón. Una cosa son los afectos y otra es el trabajo. Trabajo es trabajo.

Si fuéramos consientes cien por cien de esto, nos evitaríamos muchos problemas. Os lo aseguro.

Imagen “©Rodney Smith”
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