Una taza como excusa de anclarnos al pasado

La prueba de que a veces me anclo al pasado y no avanzo es una taza. Pues si, una que tiene historia.

En el año 2003 fui a New York para encontrarme con mi sobrina que vive en Los Ángeles, y NY era más o menos la misma distancia para ambas. Como yo llegue unos días antes, llevaba décadas sin ir, me fui a ver mi museo preferido que es el Metropolitan.

Amo ese museo, sobre todo su tienda. Es impresionante la cantidad de reproducciones de cosas antiguas que tiene, en especial de joyas como bijux. Aunque yo me compre solo una taza. Una que se convirtió de repente en mi preferida, por el lugar donde la compre, por lo bonita que era, por la connotación emocional del recuerdo de ese viaje, tan especial para mí.

Soy bebedora de té por la tarde, de toda la vida. Mi existencia no puede estar sin café a la mañana y sin te por  la tarde. Es como funciona mi cuerpo, sé que son las 5 porque me pide mi estómago un té. Ahora tomo te rojo, pero el té negros con una “neige du lait” como dicen los franceses, y fría como toman los ingleses.

Luego de tantos años de vivir en España, he tenido que soportar que me pusieran leche caliente dentro de la taza de té vacía. Para mí es como vomitivo. Por suerte con la Europeización de España, ahora hay cultura con el té, antes no. Bueno y de café, aunque aún hay bares que por las tardes es imposible tomar un café por como lo hacen. Alguna vez lo comenté y algún entendido me dijo que la culpa era la temperatura que les ponían a las máquinas de café. Pero bueno, no es relevante, y no tengo ni idea.

Luego de esta explicación, mi afición al té en las tardes viene de lejos y siempre he tenido una taza preferida, que uso yo sola y exclusivamente para eso. No sé si saben, que el té se toma en porcelana, en cerámica se cambia el gusto. Así que siempre han sido tazas o jarros delicados.

Esa taza preferida del Metropolitan Museum, un día cualquiera abrí el microondas y le di tan meneo que la rompí. Me sentí desolada pero pensé, “bueno, tendré que volver a NY para comprarme otra”. Otra época de consumismo total.

El tiempo paso, tuve y tengo otra taza alemana que me gusta mucho, más grande que la otra, de porcelana, y que cumple todos los requisitos para el té rojo. Pero la broma de volver a NY para comprarme otra taza igual a la anterior, siguió. El año pasado entre broma y broma, montamos un viaje a la ciudad que nunca duerme a comprar la taza.

Como el tiempo pasa, y las cosas solo quedan fijas en la memoria nuestra, las modas habían pasado y tenían otros modelos. Pero cuando ya nos íbamos de la tienda del  museo, así como no quiere la cosa, vemos una oferta y ahí estaba ella, des catalogada se vendían las últimas. Como si todo se conjugara para cerrar un ciclo y volver a tener mi taza preferida.

Pero saben una cosa? Eso fue hace  mucho tiempo, y aun tiene  la etiqueta del precio puesta. Cada vez que la veo, colgada y sin usar, porque el sitio de preferida lo tiene la alemana, pienso “las tonterías que uno piensa y hace o valora del pasado, que pasado fue y como tal ya paso”.

Esta no es la taza en cuestión, pero es la que la reemplaza para que vean la tontería que es, montar un viaje por una taza, solo porque la extrañaba, una simple taza.

Pero bueno, la tontería  dio juego, pase unos días fenomenales, volví a NY y la taza esta colgada en mi cocina. El que no quiere conformarse es porque no quiere.

La moraleja de esta historia, es como nos anclamos a recuerdos del pasado como si fueran importantes. Y no nos damos cuenta que la vida sigue y el pasado ya pasó.

A mi me lo sigue recordando una simple taza de té que ni uso.

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