Este post es muy personal, aviso. Porque llevo toda la semana con otro abierto y no terminado. Un post donde se suponía que tenía que pensar en las cosas que debía dar las gracias. Típico de estas fechas no?
Pues solo escribí una. Y me paralicé. Este hecho me ha llevado a esta reflexión. Porque nunca he sido una persona que le cueste dar las gracia. Al contrario, siempre las he dado y me encanta hacerlo. Porque soy agradecida a lo que soy, lo que tengo, a lo que hecho, etc. etc. A la vida en sí.
Siempre he sido la “cariñosa” de la familia. La que dice o mejor decía, para ser más exacta “te quiero” sin complejos o fobia a todos los peques de la familia. Siempre he demostrado los sentimientos abiertamente. A los adultos de la familia, han recibido lo que han dado. Corramos un tupido velo, para bien y para mal.
Pero veo que ya no. Ni siquiera puedo hacer una lista de 10 gracias. Como no voy a pensar en ello. Imposible no hacerlo.
(silencio)
Esta Navidad me he aplicado el concepto de “autismo social”, porque no tenía ganas de estar con nadie. Es más la he pasado con la tercera temporada de “Emily en París”. Por lo light de la serie, la estética y sobre todo lo bien que muestran París. Que dan ganas de volver, como tantas veces uno ha ido. Porque si algo tiene esa serie, que en mi caso hace que me guste, es lo bien que muestran esa ciudad.
Pero sobre todo ese “autismo social” es en respuesta a lo que ha pasado este año con personas cercanas o muy cercanas a mí. Que me lo guardo para mí, pero sobre todo me he dado cuenta que la gente va por la vida juzgando a los demás sin ver sus propias vidas. Cosa que si tengo que reconocerlo de corazón, yo no hago porque cada uno va por la vida con su propia mochila como para juzgar a los demás, que cada uno se haga cargo de lo suyo. Y si lo hago, lo hago en mi propia intimidad. No se lo digo a la persona juzgada, me lo guardo para mí. Hipocresía por mi parte? según como se vea. Para mí es intentar no hacer daño a la gente que quiero. Aunque parece ser que cuando eso es hacia mí, no son tan delicados, sino que han ido de frente. (también se agradece, porque abre los ojos) Sin tomar nota de las posibles consecuencia que la crítica frontal de juzgar a una persona, puede hacer.
Pues después de tantos años, este año he tirado la toalla con este tema de los demás hacia mí. Ya he llegado a mi límite con esto, y sobre todo, con las personas que me han juzgado. Que por más que una sea positiva, me ha dolido y mucho.
Eso que dicen en las películas “me quieren tal como soy”. En mi vida, si veo para atrás, no ha sido tan así. Mi vida ha sido o blanco o negro para muchos cercanos. O me querían o me odiaban. Nunca he tenido o he sentido matice. Siempre y digo siempre, porque lo tengo claro y lo recuerdo, porque lamentablemente tengo aun mi edad, muy buena memoria, me he sentido criticada, juzgada a distintos niveles. Ya me harte. Este año he dicho basta.
Y he pasado una navidad fantástica, sin compromisos, sin tener que contentar a todo el mundo, siendo yo misma desde que me levanté hasta que me acosté.
Mi madre tenía una norma, si ella te invitaba a su casa a comer o tomar algo, esperaba que esa invitación estuviera retribuida un año máximo. No importaba como, no esperaba que fuera del mismo tipo, pero les daba un año para que la devolvieran, sino nunca más les invitaba.
Puede parecer para algunos quizás cruel, pero no. Era una norma sabia. Yo tardé bastante en entenderla. Ahora la he puesto en práctica. Pero no solo con las invitaciones, sino con las acciones. Si me juzgan, les doy un año para que pidan disculpas o rectifiquen, sino adiós. O como decía Chavela “que te vaya bonito”.
Este año ha habido de todo, acciones de juzgar varias que han jodido mucho, y de invitar a días señalados otra, que también. Por eso mi “autismo social”.
Me gusta? quizás no. Pero como siempre digo “es lo que hay”. Y que cada uno se haga cargo de su actitud hacia mí, que yo solita me hago cargo de la mía hacia ellos. Y todos contentos, faltaría más. no?