Llevo días pensando en que es la amistad.
En la sociedad actual, tan competitiva e interesada, donde predomina lo exterior sobre el interior, donde se valora una persona por lo que tiene, o cuanto tiene, y no por lo que es realmente como ser humano. La amistad está vapuleada.
Todos se llaman “amigos”. No es así.
Hace muchos años, una vecina del barrio de donde vivo. Una señora mayor, me dijo “Lu, los amigos son esos que se han comido un saco de sal contigo”. Y aun hoy con más de 90 me lo sigue diciendo. Ya lo he contado muchas veces en este blog. Al final, te das cuenta, que los “amigos” son los que todos llaman de toda la vida.
Posiblemente los que te conocieron cuando tú eras un crío, o adolescente, que no tenias ni estatus social, ni dinero, ni fama. Donde las igualdades hacían que uno viera al otro como realmente era. Donde la envidia e interés, aun no se había desarrollado demasiado como para que estén contigo por interés.
Creo que de ahí viene la creencia que los verdaderos amigos son los que han crecido contigo. Con la edad, uno crece, y entran en juego otros factores, como la necesidad de compañía para no estar solo, la necesidad de compartir, la necesidad del otro, etc. Ya sabéis, que no somos orientales, y vivir sin apego es un ejercicio casi imposible para la mayoría, donde me incluyo. El occidental se mueve esperando una reacción siempre, sea de lo que sea.
Ese es el problema. Muchas veces por nuestras propias “necesidades” nos juntamos con gente que se dice “amigos” en seguida, o que nosotros llamamos así, rápidamente porque tapan agujeros de esa “necesidad emocional” de lo que sea.
Pero al final, solo son “conocidos” o “distinto tipo de amigos”•
Yo prefiero decir “conocidos”, porque “distintos tipo de amigos” me suena a parcelar la vida, y no creo que sea así, una verdadera amistad. Aunque conozco mucha gente, que vive más tranquila “parcelando”, no es mi caso.
Si con los años, yo hubiera aprendido a parcelar mi vida, hubiera tenido menos golpes emocionales ocasionados por la desilusión provocada por el comportamiento de la gente que se dicen tus amigos. Y no como decía mi madre, esa señora muy señorona que durante toda mi vida me ha dicho “Lu, das más por el pito de lo que el pito vale”. Siempre lo recuerdo.
Nunca lo he podido hacer y no creo que ya a esta altura lo haga. Parcelar mi vida. Porque es como subir barreras para que unos no entren al otro lado. Sera posiblemente más sabio y menos doloroso, que si una parcela explota, no altere la otra. Pero la vida para mí no es eso. NI la amistad tampoco.
Si un error he cometido ha sido intentar mostrarme como soy, intentar compartir lo que soy y lo que tengo, con mis “amigos”. Pero para algunos no es suficiente.
La sensación que me queda es que “debemos comernos un saco de sal” con los cercanos para que nos conozcan, y ni así a veces lo hacen. Los amigos se elijen no se heredan ni nacen contigo.
Cuando llegamos al punto, que no existe la sinceridad para sentarte frente a frente y hablar de las cosas que molestan del otro, si hay algo, me hace pensar que mucha sal aun hay que comer con esa persona. A veces es más fácil, echarle la culpa al otro que hablar si algo molesta. No es mi caso. Porque puedo tener millones de defectos y los tengo, como todo el mundo, pero no es uno no sentarme y hablar de los sentimientos con la gente que me importa.
Llegados a este punto, me planteo “vale la pena seguir cargando de sal mis arterias por esa persona que se ha comportado así?”. Esa es la pregunta del millón a responder. A veces me gusta buscar la respuesta, pero otras no me interesa.
Lo único que tengo claro al día de hoy, que tengo pocas amigas y muchos conocidos. No porque yo no quiera, sino porque muchas veces para mi pesar, la sal que queda en el saco, la tiran a la basura anteponiendo “necesidades” a verdadero afectos.
Cuando el ser humano comprenda que la vida es muy corta y que no estamos aquí para sufrir, dejará de juzgar a los otros, lapidándolos por lo que dicen o hacen, y se sentará a hablar de sus sentimientos abiertamente. Si esto sucediera más seguido, viviríamos en un mundo mejor. Pero no creo que lo vea en esta vida.