El viernes pasado volví de un viaje de 10 días por la Toscana. Un viaje deseado y planeado con mucha antelación. En donde alquilamos un coche y recorrimos dando una vuelta, la región de esta parte de Italia que tanto gusta.
Éramos dos, pero yo era la que conducía, así que el viaje se apoyó en mi totalmente. Por una razón y otra. Yo tiré para adelante todo el tiempo.
Todo fue perfecto, bien, y divertido. Nos reímos mucho, y lo pasamos muy bien. Lo único fue que a mi también me gusta que tiren de mi, y no yo todo el tiempo de la gente. Lamentablemente este es mi sino en la vida. Siempre tirando para adelante. Y, agota.
Se da la paradoja, que el resultado de esos 10 día maravillosos, es que llevo toda la semana agotada. Que me llevan a la conclusión de varios puntos.
Primero, como decía, que me hubiera encantado haber podido apoyarme yo también en la otra persona emocionalmente y compartido la carga que supuso la responsabilidad de organizar y conducir por una zona que no conoces.
Segundo que ya no tengo edad para este tipo de viajes y sus circunstancias. Porque llegaba la noche y uno cae rendido de cansancio. Se disfrutó, pero creo que los viajes de menos días son lo mejor para mi. Al final, uno extraña su casa y sus cosas.
Eso de viajar así, maleta para arriba, abrirla, cerrarla, etc, todos los días, porque los días en los lugares de dormir máximo fueron dos noches. Que pensar en donde aparcar, en ciudades medievales que no te dejan entrar el coche, con cuestas, escaleras, etc. Sinceramente, no es una queja, pero se hace mejor con 30 años menos.
Yo quería conocer la Toscana, pero me canso menos yendo a una playita, con el todo incluido a mano.
Tercero, me planteo viajes a futuro, pero que de este tipo, será el último. A no ser que me lleven y me traigan como una reina, sin pensar en maletas ni en organizar nada.
Lo mejor que desde Florencia, Luca, Pisa, Volterra, San Geminiano, Monteriggiorni, Siena, San Galgano, Cortona y Arezzo, vimos un popurri de Toscana, con el campo, las vistas y las ciudades, todas en cuestas, maravillosas.
En Siena por ejemplo me impresionó el suelo todo de mármol pero con dibujos bajo relieves, de su catedral. Nunca había visto algo tan hermoso. He visto muchas iglesias en mi vida, pero un suelo como si fuera un techo diseñado, nunca.
En Florencia, volver a enamorarme de la capilla Pazzi, como cuando estudie arquitectura.
En Cortona, recordar la película Bajo el Sol de la Toscana.
En San Galgano, ver dos cosas que siempre he querido ver. Una iglesia gótica en ruinas. En perfecto estado pero sin techo. Hay una en Escocia que siempre había querido ver, pero nunca estaba en mis rutas de viaje. Así que ver esta, me encantó. Y sobre todo tener un momento mágico, porque en medio del campo, sin nada al rededor, un día de temperatura y sol ideal.
Me recordaba el lugar, a la escena final de Gladiator, cuando va caminando por el campo de trigo tocando con la mano la parte superior como deslizándote por el campo. Es un lugar mágico.
Así muchas cosas más.
Esos pequeños momentos que quedarán en la memoria lo que me resta de vida. Aunque necesite una semana más para reponerme.
Y esta noche… vuelvo a ver a Bruce, pero esto mejor para otro post.