y a todos…
El arte de escribir una carta a mano se ha perdido. En la historia, cuando no había los ordenadores, han llegado a nuestros días los innumerables ejemplos de gente famosa. Desde cartas de amor, cartas existenciales, cartas simplemente de comunicación. Desde las de amor de Beethoven, o Charlotte Brontë o cartas donde Al Capone se sinceró sobre su conciencia. Hay para todos los gustos, porque eran el medio para todo. Para dar las buenas noticias como las malas. Para todo.
Yo he recibido varias de las muchas en mi vida, que me han dejado huella.
Aún encuentro en libros viejos, alguna de mi madre, con ese sobre con rayas azules y blancas en el borde, que evidenciaba una vía avión como medio de transporte de la misiva. O la de una amiga del alma que ya no está, en respuesta a un escrito mío y su reflexión personal sobre el mismo.
También recuerdo la que recibí a eso de 12 o 13 años, de un compañero de colegio, que me dio tanta vergüenza que nunca abrí y la rompí. Me he arrepentido siempre. O esa tarjeta de un tal Rubén, que nunca he recordado con el paso del tiempo quién era y me mandaba todo su cariño sobre Buenos Aires. Menos mal que está la guardé.
O las que yo también mandé, como la que deje a un novio mío “Martín” en su buzón de casa, a eso de los 20, para pedirle perdón por haber roto, cosa que me arrepentí. Pero reconozco que la rotura le debe haber dolido mucho, porque nunca obtuve respuesta. Ni buena ni mala. Simplemente ninguna.
Ahora cuando hay una corriente en psicología que se denomina terapia narrativa. Que se basa en el potencial que tiene la escritura manuscrita para organizar nuestro cerebro e integrar las emociones. Debemos recuperar esa costumbre.
Puede, como en mi caso, que a los que quisiera escribir, ya no estan conmigo, y pienso… y si como ejercicio personal la escribo igual, mandando sus palabras al universo. Y sin tener una explicación consciente, la leen? No dicen que los que ya no estan en su forma física, nunca se van del todo, que siempre estan con nosotros. Entonces por qué no hacerlo.
Con esto inicio un nuevo proyecto, el de “Cartas para nadie.. y para todos”. En esta época tan oscura, donde es muy difícil ordenar nuestros cerebro e integrar nuestras emociones, creo que el escribir a mano es una buena opción para canalizarlas.
Lo intentaré. Todos los días una carta para nadie en especial o para todos los que fueron y son importantes para mi en este momento. O simplemente una carta a algo porque me apetece.