Yo tengo una conocida que es gatuna hasta la médula, y que he dejado de hacer muchas cosas con ella, desde que yo tengo perros. Porque tiene miedo de que sus gatos, o mis perros se peleen. Nunca lo he entendido.
Conozco un montón de mascotas de distinta especie, sobre todo perros y gatos que se llevan de maravilla. Creo que como todo, al final, es un tema de como mi conocida, lleva su miedo o temor, no los de las mascotas. Pero también es verdad, que no siempre los polos opuestos se pueden llevar bien, aunque se quieran, lo comprendo.
Lo comprendo, porque a mi me pasa con una perra que se llama Mirtha. La recogí del campo abandonada en Cuenca. La traje a casa con 8 meses y ahora con 2 años, aun “seguimos a las peleas”. No porque ella no me quiera o yo a ella. Sino porque la energía que desprende, es incompatible con la mía.
Cuando veía el Encantador de perros, y escuchaba que decía, “no todos los perros o gatos, son para todo el mundo igual. Cada persona debe encontrar el perro que se adapte mejor a su vida y viceversa”. Que verdad.
Yo pensaba que era una tontería, que los polos opuestos se atraían, pero con Mirtha he comprobado que estaba equivocada.
Llevo dos años, intentando que nos acerquemos más. He logrado mucho, nos queremos y llevamos bien, pero siempre o hago yo algo o ella, que lleva al traste esta relación perro-humano que llevamos. La convivencia es agotadora para mí, muchas veces. Ella no deja de ser una perrita que si tiene juegos, comida y donde dormir, esta perfecta y feliz.
Llegados a este punto, la intención original no era que se quedara con nosotros, sino buscarle la mejor casa. Cuando ya habíamos tirado la toalla, ha aparecido el que parece será el mejor lugar para ella. Un humano que al verla se enamoró de ella, con niños, que aún no la conocen pero que están deseosos de hacerlo. Un futuro dueño que le gusta salir al monte, a hacer senderismo, que hace grandes caminatas, que le dará lo que nosotros no le damos, que es que gaste esa energía brutal que tiene.
Alguien que siempre había querido tener perro, y que por circunstancias en su vida, no había podido, hasta ahora.
¿Qué se me parte el corazón por darla? Posiblemente, pero ese cariño y amor que le tengo me llevan a desprenderme de ella, para que Mirtha no esté solo bien conmigo, sino fenomenal con quien esté. No hay que conformarse nunca.
La separación no será total, seguiremos en contacto, no estamos tan lejos. Y posiblemente cuando ella ya quiera a su nuevo dueño, no antes, porque hay que darles tiempo de adaptación, nos veamos y juguemos en un parque de vez en cuando.
Mirtha será para mí, siempre la rubia. Y yo para ella, su adoración, porque lo hace. Se que cuando la vea de nuevo, se volverá loca de contenta. Esa energía que nos unió, nunca se romperá. Estoy segura. Es demasiada, sobre todo para ella. Pero que en esta nueva vida que comienza, también será feliz o más, si un perro puede serlo.
De eso estoy segura.
Y si esto no sale bien, siempre nos quedará el regreso a casa, porque las puertas siempre estarán abiertas para la “rubia”, en esta casa. Eso sí, no sé si volvería a salir, porque os puedo asegurar, que esto está siendo muy duro para mí. Aunque se que es lo correcto, lo que tengo que hacer.
En esto no caben los sentimentalismos, el pobrecita. Es lo,sencillamente, hay que hacer.