Polos opuestos

Yo tengo una conocida que es gatuna hasta la médula, y que he dejado de hacer muchas cosas con ella, desde que yo tengo perros. Porque tiene miedo de que sus gatos, o mis perros se peleen. Nunca lo he entendido.

Conozco un  montón de mascotas de distinta especie, sobre todo perros y gatos que se llevan de maravilla. Creo que como todo, al final, es un tema de como mi conocida, lleva su miedo o temor, no los de las mascotas. Pero también es verdad, que no siempre los polos opuestos se pueden llevar bien, aunque se quieran, lo comprendo.

Lo comprendo, porque a mi me pasa con una perra que se llama Mirtha. La recogí del campo abandonada en Cuenca. La traje a casa con 8 meses y ahora con 2 años, aun “seguimos a las peleas”. No porque ella no me quiera o yo a ella. Sino porque la energía que desprende, es incompatible con la mía.

Cuando veía el Encantador de perros, y escuchaba que decía, “no todos los perros o gatos, son para todo el mundo igual. Cada persona debe encontrar el perro que se adapte mejor a su vida y viceversa”. Que verdad.

Yo pensaba que era una tontería,  que los polos opuestos se atraían, pero con Mirtha he comprobado que estaba equivocada.

Llevo dos años, intentando que nos acerquemos más. He logrado mucho, nos queremos y llevamos bien, pero siempre o hago yo algo o ella, que lleva al traste esta relación perro-humano que llevamos. La convivencia es agotadora para mí, muchas veces. Ella no deja de ser una perrita que si tiene juegos, comida y donde dormir, esta perfecta y feliz.

Llegados a este punto, la intención original no era que se quedara con nosotros, sino buscarle la mejor casa. Cuando ya habíamos tirado la toalla, ha aparecido el que parece será el mejor lugar para ella. Un humano que al verla se enamoró de ella, con niños, que aún no la conocen pero que están deseosos de hacerlo. Un futuro dueño que le gusta salir al monte, a hacer senderismo, que hace grandes caminatas, que le dará lo que nosotros no le damos, que es que gaste esa energía brutal que tiene.

Alguien que siempre había querido tener perro, y que por circunstancias en su vida, no había podido, hasta ahora.

¿Qué se me parte el corazón por darla? Posiblemente, pero ese cariño y amor que le tengo me llevan a desprenderme de ella, para que Mirtha no esté solo bien conmigo, sino fenomenal con quien esté. No hay que conformarse nunca.

La separación no será total, seguiremos en contacto, no estamos tan lejos. Y posiblemente cuando ella ya quiera a su nuevo dueño, no antes, porque hay que darles tiempo de adaptación, nos veamos y juguemos en un parque de vez en cuando.

Mirtha será para mí, siempre la rubia. Y yo para ella, su adoración, porque lo hace. Se que cuando la vea de nuevo, se volverá loca de contenta. Esa energía que nos unió, nunca se romperá. Estoy segura. Es demasiada, sobre todo para ella. Pero que en esta nueva vida que comienza, también será feliz o más, si un perro puede serlo.

De eso estoy segura.

Y si esto no sale bien, siempre nos quedará el regreso a casa, porque las puertas siempre estarán abiertas para la “rubia”, en esta casa. Eso sí, no sé si volvería a salir, porque os puedo asegurar, que esto está siendo muy duro para mí. Aunque se que es lo correcto, lo que tengo que hacer.

En esto no caben los sentimentalismos, el pobrecita. Es lo,sencillamente, hay que hacer. 

Etiquetado: /

Vida de perros

Yo tengo y vivo con mascotas, en mi caso perritos, desde el año 95. Ahora tengo dos, Mirtha the blonde y el Sr. Spock. Dice mi madre, que es una señora muy señorona, que llevo desde el año 95 una “vida de perros”, y tiene razón. Aunque ella lo dice porque no entiende  y nunca le ha gustado vivir con mascotas. No la voy a cambiar a sus 91 años.

Me gusta vivir con perros, pero la vida se centra en ellos.  Tengo que reconocerlo. Los tres paseos diarios como mínimo, a parques o caminatas para que se distraigan y socialicen. La paseadora que los cuida y saca a caminar a diario. Esto lo tengo desde que mi primer perro  Verdi, cumplió 10 años, así los sacaban cuando yo trabajaba. Un paseo largo mañanero, que uno no hace hasta la tarde noche, porque trabaja. Ver de ir a sitios que dejan entrar con perros, etc. etc.

Yo particularmente, vivo en una zona de Madrid, que puedo hacer muchas cosas con ellos, pero es verdad que he dejado de hacer otras muchas. Como ir a un museo o un cine. No porque no pueda ir, sino porque al final, los horarios, se centran en el horario de los perros. Como irse de vacaciones, donde una tiene que buscar donde ir con ellos, y si es el mar, por suerte ahora hay muchas playas para perros, pero antes era un suplicio.

Por todo esto, es verdad que tengo una “vida de perros”. 

Este puente, tuve el lunes un día de esos terribles y la persona que pasea a mis perritos, no tenia guarderías. Cosa rara, porque siempre esta a tope. Y en un acto de locura temporal por mi parte, hable con ella, y en vez de venir a pasearlos el lunes que trabajaba, le dije que si podía llevárselos de guardería hasta el jueves. 

Pues llevo 3 días, de “vida de humano”, sin perros. Con todo el tiempo para mi, sin tener que sacarlos, en chándal todo el día sino quiero salir. He ido hasta el cine sin culpabilidad de tener que volver rápido para sacar a los perros.  He quedado con amigos para comer sin perros, pudiendo entrar al local sin tener que hacerlo en la terraza.  He estado de pendoneo de un lado a otro con mi “chiche” nuevo de paseo por la ciudad. Ahora me voy a ver una exposición.  Lo dicho…

Estoy descansando de mi “vida de perros”. No porque no me guste, pero siempre uno descansa cuando se va de viaje, pero hacerlo en tu casa, en tu barrio, se agradece. De golpe veo la cantidad de cosas que no hago ni disfruto por tener mascota.

Evidentemente me aportan otras cosas, pero estos días así, me deben hacer ver que debo hacer más cosas con ellos. Porque se puede. Esta ciudad lo permite, lo tengo que intentar. Al final, uno se conforma en aceptar esa “vida de perros” que tiene la mayoría de días del año, pero mejor llamarla “vida con perros”.

Porque viviendo con ellos, no tengo una mala vida, solo la comparto con dos pequeños que dependen 100% de mi, y me tienen devoción divina, porque cuando están conmigo no quieren estar con nadie más. Amor incondicional. ¿Qué más puedo pedir?

pd: che pedrín, de que me quejo? te vienes conmigo a la expo? Jo, cierto,  estas lejos, luego te digo que tal.

 

Etiquetado: / / / /

Una historia con perros

Había una vez, una vida como la mía, donde no puedo vivir sin vivir sin un perro. El primero que tuve, cuando ya viví sola, porque cuando lo hacia con mi madre lo tenía prohibido, se llamaba Verdi.

Verdi

Vino a mi vida en el año 95. Y aunque a muchos les parezca raro, fue el que me ayudo a meterme en el mundo de Internet. Porque en esa época que no existía aun Facebook, y la gente se ocultaba tras un nick, aprendí a hacer webs con html, haciendo la de él. La página del perro Verdi. Luego tuvo un blog, que por recuerdo a él, o sigo teniendo abierto, pero hace mucho que ya no escribimos.  Si lo quieres leer por aquí. Cuando nadie tenia blog sobre todo de perros. Es más eran solo dos, el de Peludo y el de Verdi. Hasta hablaron de ellos en el País. Como todo, luego aparecieron un montón. Pero era divertido escribir como si uno fuera un perro. Vivió 15 años conmigo.

Luego vino Gaucho, un Shit-Zhu, que me robó el corazón.

Gaucho

Era mi perrito faldero, y me enamoré de esa raza. Siempre me seguía a todas partes, era una monada. Le busqué nombre un montón de tiempo, ninguno me gustaba. Si tenía dos perros, Verdi y el pequeño, quería que fueran conjuntados, por ejemplo Verdi y Puccini, pero le iban a llamar Pucci. Luego pensé en Wagner, pero nadie lo pronunciaba bien, posiblemente hasta yo misma. Así que un día la veterinaria me dice, “porque no le pones un nombre argentino“. y en ese momento se me ocurrió Gaucho.

A la mitad de la vida de Gaucho, apareció  un teckel, que se caía de maduro que si me gustaba lo conjuntado de los nombres, se llamaría Pampa. La pelotera nata de todos lo perros que he tenido.

Pampa

Por desgracia, hace un año y medio, en junio de 2016, Gaucho se nos fue con un tumor que cuando apareció, ya hacia mucho que lo estaba matando. Tenía 10 años.

Pampa y yo nos quedamos desoladas. Pero en marzo de 2017, apareció una perra pastora del Pirineo, de pelo largo, en un pueblo de Cuenca, sin familia. Yo me ofrecí, sin pensarlo mucho, a traerla a casa, cuidarla y buscarle dueño. En cuanto la vi le puse nombre “Mirtha”, como la actriz argentina Mirtha Legrand, por lo rubia que es. Fue una pelea.

Mirtha

Pampa no la quería y yo tampoco. Demasiada energía. Vino a revolucionar la casa. Cachorra de 8 meses aproximadamente. Le busqué dueño, mientras con suma paciencia y no tanta, la fui educando. El aparente dueño, me pidió que me la quedara hasta después del verano, porque se iba de vacaciones y no podía hacerlo con dos perros. Yo accedí. Pero a finales de agosto, el día que se la tenía que llevar, me dijo que no la quería, por decir algo.

Así que de repente, de nuevo a buscarle casa. Yo tenía claro que no era un perro para mi. Pero unas semanas después, y como uno propone y el universo se encarga de ponernos en nuestro lugar, a Pampa, le detectaron un tumor, que si podía ser malo, era el más malo de todos. Duró un mes y se fue si haber  cumplido los 7 años en octubre de 2017.

Y otra vez, de repente y sin buscarlo, tengo una perrita, Mirtha, de año y medio más o menos, porque al no saber cuando nació, le he puesto fecha de cumpleaños el 7 de julio, San Fermín, para no olvidarme, que le encanta estar conmigo, que le encanta correr, jugar y sobre todo, desde que se quedó sola, se tranquilizó y congeniamos muy bien. Hemos hecho varios cursos de entrenamiento, como la llamada fiable, quieto pase lo que pase y camina a mi lado de “Solo es un perro, que recomiendo, porque como dicen “tenes que educar a tu perro“. Mirtha lo necesitaba, al ser un perro grande, yo no podía con ella, sobre todo en la calle. Ahora es un gusto de perrita.

estábamos solas desde octubre. Yo me había propuesto tener otro shith-tzu, pero dentro de unos años. Por ahora solo Mirtha y yo. Pero otra vez, el universo y otras personas, se han confabulado para hacerme cambiar de idea, y ayer día de noche de reyes, ha llegado a mi vida Chewie, un shith-tzu, chico que el 11 cumple 2 meses. Un mini Gaucho. Un regalo de Andrea de la Guía del Border Collie y de Javier, que por su locura y amor por los perros, me han regalado a este pequeño, que llamamos Chewbacca, y  entre amigos Chewie.

Chewie

LLeva 24 horas con Mirtha y yo, y nos ha robado el corazón. A mi es obvio, pero a Mirtha no paran de jugar. Menuda paciencia.

Así que empezamos el año 2018, de nuevo con dos perros en casa, y tener que educar a un cachorro. Pero bueno, me alegran la vida un poco, y como ambos dos son cachorros, se llevarán bien.

Colorín colorado, esta es mi historia personal con perros… este cuento se ha acabado o acaba de comenzar, mejor.

Etiquetado: / / / /

Cuando un amigo se va

Decía la letra de la canción… “Cuando un amigo se va queda un espacio vacío que no lo puede llenar la llegada de otro amigo. ” Vale, hasta ahí bien. Pero que pasa cuando el que se va es un amigo perro o gato que ha compartido con nosotros su corta existencia. Cuando el que se va es nuestra mascota del alma? Se puede reemplazar con la llegada de otra a nuestras vidas?

Os aseguro que no se puede reemplazar.

[Tweet “Mis amigos perros son irreemplazables como mis amigos humanos cuando se van“]

Yo he tenido conmigo hasta hoy, 4 perritos. Tres ya se han ido, y ahora me queda la loquilla de Mirtha, que yo no quería, pero mira tu por donde al final se quedó, como ya conté.

Al día de hoy, puedo asegurar, que como con los amigos humanos que son irreemplazables, mis amigos perros también. Ninguno ha sido igual al otro, ninguno se ha comportado como el anterior, y sobre todo, ninguno o el nuevo que ha venido, puede llenar tan siquiera el vacío que ha dejado el que partió.

Porque los perritos que han compartido su vida conmigo, Verdi, Gaucho y Pampa, y ahora Mirtha, ocupan un espacio distinto, indiviso y único. El tiempo ha mitigado su ausencia, de los que ya se han ido como con los humanos, pero nada más. El recuerdo de ellos está ya grabado en mi alma, y en esta vida y las siguientes si existen, me acompañaran siempre.

Porque esos perritos son y serán siempre “mis amigos cuadrúpedos“.  Nunca solo mis mascotas, sino mis amigos. Han compartido mis alegrías, mis penas, mi soledad, mis compañías como uno más de la familia, no como un simple perro. Hasta se han apropiado de mi sofá, como los amigos cuando vienen a casa.

La última en partir, Pampa, la extraño a cada minuto, posiblemente porque ha pasado aun poco tiempo, y sobre todo porque continuamente aparecen fotos de ella por todos lados que hace que aun la extrañe más. Cuando creo que ya lo estoy superando, algo me la recuerda. Se que el tiempo lo curará. Pero no lo mitigará.  Porque si algo tengo claro es que han sido parte importante en mi vida, tanto ella como los demás. Y no tengo ganas de olvidarlos ni reemplazarlos nunca. Sobre todo, porque no me da la real gana de hacerlo. 

Así que, parafraseando la canción… “Cuando un amigo perro se va, queda un espacio vacío que no lo puede llenar la llegada de otro amigo perro. ”

 

Etiquetado: / / / /

Aprender a vivir sin tí, también

Hace exactamente, hoy 14 de octubre, 8 años y un mes,  que escribía este post cuando mi gran perro Verdi atravesó el “arco Iris”.   Ahora, 8 años después, vuelvo a pasar por lo mismo con Pampa. Con el intermedio de Gauchito. Y como reflexionaba con la pérdida de Verdi, me pasa con Pampita.

La voy a extrañar y debo empezar a aprender a vivir sin ella. Su perdida, cierra una etapa en mi vida. Era  el único nexo con una etapa que duró casi 20 años, pero que ya desapareció. Ahora esta nueva que estoy viviendo, me tengo que acostumbrar a eso, a vivir sin ella.

Pampita llegó a mi vida con dos meses. La única chica de  una camada de 4. Era una pulga, feucha a más no poder. Yo por ese entonces, hace casi 7 años, tenia a Gaucho y ya hacia más de un año que Verdi, mi primer perro se había ido.

Tuvimos unos inicios terribles, hasta que tuvo 2 años más o menos. Era una lucha de “perras” a ver quien podía más. Hasta llegó a morderme. Para calmarla más de una vez, la tuve que encerrar en un balcón un rato para que le diera el aire y se relajara, previo almohadón que nos separaba para que no me mordiera. Y de repente, se convirtió en una perrita dócil, cariñosa, juguetona, valiente, y sobre todo pelotera. Si algo le fascina es la pelota.

Con una pelota es feliz.

Le gusta que le den caricias, es territorial pero no hace daño, pone orden como buena teckel. Siempre que la veo poner orden, a otros perros, pienso que las hembras de esta raza las usan para acorralar a los jabalíes en caza mayor, porque les acorralan mordiéndoles las patas. Cuando llevo mucho tiempo sentada y ella quiere ir a algún lado, me levanto y empieza a morderme a mi los tobillos, hasta ha llegado a hacer un agujero en algún pantalón.  Siempre pienso “me verá como un jabalí?.”

Como buen perro, es cuidadora y si tocan el timbre no para de ladrar para avisarme que viene alguien. Tengo que decir, que más de una vez, sino fuera por sus ladridos, no me hubiera enterado del timbre porque no lo había escuchado.

Ahora he tenido que tomar “la decisión de dormirle” porque con lo que tiene siente mucho dolor. Está con calmantes, pero cada día que pase será peor.  Ya no puedo hacer nada por ella. Solo demostrarle mi amor y no hacerla sufrir.

Si algo he sabido siempre con mis perros, que no les haría sufrir nunca.

Pampita, ahora debo aprender a vivir sin ti, también.

Sin tus gruñidos, o ronroneo. Sin tus actitudes mandonas como buen ejemplar de tu raza. Mi gran compañera de viajes. Te recordaré vigilando la sombrilla en la playa cuando yo me iba al agua, porque a ti nunca te gustó el agua. Pero como buena guardiana, hay estabas. Vigilante debajo de la sombrilla. Te recordaré cuando sobre mi, me ponías tu pancita para que yo la acariciaba en el sofá mientras miraba la tele. Te recordaré, espalda con espalda en mi cama, Porque te gustaba y buscabas el contacto físico conmigo. Si yo me movía, tu también.

Te recordaré con tantas cosas, aunque solo has estado conmigo casi 7  años, que sentir que yo pongo fecha y hora para que cruces el arco iris, y te vayas con Verdi y Gaucho, se me hace cuesta arriba y me oprime el corazón. Yo no quiero ese poder en mis manos, pero es un acto de amor hacia ti. No pienso en mi, solo en que no sufras más.

Pampita, descansa en paz y corre con esa pelota que seguro te llevas contigo con Verdi y mientras Gaucho os ve descansando en la hierba, porque el gordo seguro ni siquiera en el arco iris, tendrá ganas de correr detrás de una pelota.

Te quiero Pampa, siempre estarás en mi corazón.

(10 nov 2010 – 16  oct. 2017)

 

Etiquetado: / / /

La responsabilidad ante los seres más débiles

Muchas cosas que suceden, son terribles, pero las vemos tan comúnmente que las aceptamos como si fuera natural que así suceda.

Hoy he leído en Facebook, una familia que regala a sus dos perros porque no los puede cuidar. Corto y pego…
“MADRID. BUENAS A TODOS!TENGO DOS PERRITOS (UN YORKSHIRE Y UN CANICHE)DE LOS QUE POR DESGRACIA YA NO PODEMOS HACERNOS CARGO…EN CASA TODOS TRABAJAMOS Y NO PASAMOS CASI TIEMPO CON ELLOS..NO QUEREMOS LLEVARLOS A UNA PERRERA PORQUE ALLI ESTAN A REBOSAR Y NOS HAN DADO A …ENTENDER QUE AL NO SER …CACHORROS TENDRIAN QUE SACRIFICARLOS……POR LO TANTO Y AUNQUE NOS DE MUCHISIMA PENA HEMOS DECIDIDO REGALARLOS A ALGUIEN QUE SI PUEDA DISFUTAR PASANDO TIEMPO CON ELLOS.SI …”Los perritos son estos…

Me hierve la sangre cuando leo y veo esto. Evidentemente, es una excusa y a ver si cuela la falta de responsabilidad de esta familia, y otros se hacen cargo de lo que ellos tendrían que hacer.

Cuando uno decide tener un animal de compañia, un ser vivo, es para siempre. Eso es responsabilidad. A veces veo anuncios que dicen, “su dueño murió y la familia no se quiere hacer cargo”. Vale, hasta lo puedo entender, aunque no justificar.

Pero regalarlos porque trabajan mucho? Venga ya. Todos trabajamos mucho, no es una justificación de su falta de responsabilidad ante un ser más débil.

La vida me ha demostrado, que aunque estén solos todo el día, que seguro se lo pasan durmiendo, el tiempo que pasan contigo cuando estás en casa, es una alegría para ellos. Tienen casa y comida asegurada, son mucho más suertudos que otros especímenes similares que vagan en la calle mendigando comida y afecto que casi nunca tienen.

Si son dos, se acompañan. Ahora los separarán, si tienen suerte de que alguien los quiera, y no solo sufriran el abandono de sus dueños sino también su separación.

Pero claro, cuando uno llega a casa tiene que sacarlos a pasear, a hacer sus cosas, y eso es pesado cuando llegas muerto de cansancio. Pues chico, lo hubieras pensado antes de querer tener una mascota.

Aunque viendo las fotos, veo que tienen jardín, así que aun es más fácil. Cada día comprendo menos al ser humano. Por eso, como llegan las fiestas y se regalan cachorros como si fueran muñecos, un mensaje.

“Un perro no es un juguete, piénsalo antes de regalarlo. Sera tu responsabilidad toda su vida, dependerá de ti, de que le cuides y le des de comer. No se puede valer por el mismo. Piénsalo por favor”

Yo tengo perro, y vive mucho mejor que muchos niños en el mundo, es querido, mimado, come bien, y sé que es mi reponsabilidad. Es más, lo tengo asignado a alguien que se haria cargo de él si me pasara algo, nadie tiene la vida asegurada, hay que pensar en todo. Porque es parte de la familia, y asi tiene que ser, sino tendria un peluche de felpa.

Etiquetado: / / / /

No al abandono de los animales de compñia

Que en este blog amamos a los perros, es de todos sabidos. El próximo martes, hace un año que mi perro grande, súper Verdi, se nos fue. Aun pensamos que está con nosotros, y creo que algo de eso ahí, porque a veces le siento.

En honor a él, y ya habiendo pasado un año, he decidido adoptar a una perrita. Que sus hermanos no la dejaban comer y se estaba muriendo. Una voluntaria se la llevo a su casa, y la salvó de la desnutrición que tenia. Ahora con 3 meses y medio, está hecha una rosa. Y lo que me enamoro de ella, son dos cosas, sus súper orejas que parece que va a salir a volar en cualquier momento como Dumbo y su fuerza por vivir ante la incomprensión de los demás por considerarla la débil de la manada.

Ahora la llaman Valle, pero yo como hablo “raro”, no puedo pronunciar la ll sino le digo Vaye, y no. Todos me corrigen. Así que como yo soy como soy, la llamaré Mae West, para los amigos Mae. Así tengo un Gaucho Tibetanoy una diva del cine en blanco y negro, en casa.

Os dejo su foto para que vean porque me enamore. Aun no la tengo en casa, está en Córdoba y hasta fin de mes no estará por Madrid.

Pero antes, os dejo lo que mucha gente considera el mejor vídeo contra el abandono. Y sinceramente es impresionante, sensible pero no sensiblero, y muestra una verdad indiscutible. Cuando un perro se siente tu perro, nunca te abandonara. Porque entonces abandona tanta gente a perros como la pequeña que voy a adoptar? Si bien en este caso la abandonada fue su madre preñada de ella.

Etiquetado: / / / / / / /

Aprender a vivir sin ti

Hoy he tomado una de las peores decisiones que se puede tomar por un ser querido, ayudarlo a morir. Por alguien que compartió tu vida 15 años, desde sus 40 cm de altura y sus 4 patas. Hoy he pedido la eutanasia para mi perro grande. Ya no podía seguir. Entre ver sus ojos de sufrimiento a sufrir yo por su pérdida, prefiero lo segundo.

Ahora debo aprender a vivir sin ti, mi perrito grande.

Te extrañaré.

Extrañare tus ganas de paseo, cuando escuchabas “vamos a la calle”. Extrañaré que cuando yo apague la luz, te vengas a la esquina del pasillo para cuidar mi sueño. Extrañaré tu sonrisa, porque no todos saben que los perros también sonríen y la tuya era impresionante.

Extrañaré que estés pegado a mí, viendo si caía algo del plato o esperando ese pedacito de jamón que tanto te volvía loco. Porque también pocos saben que los perros no tienen nada de tontos, y les gusta el jamón.

Extrañaré la moda de los pañuelitos al cuello. La gente sabia que venia el frío porque tu ya usabas tu pañuelito al cuello. Marcando siempre tendencia. Nunca pasaste como un perro más.

Extrañaré los viajes contigo. Los hoyos que tanto te gustaba hacer en la arena de la playa para meterte dentro y observar el horizonte marino, como en tu atalaya vigilando siempre.

Extrañaré nuestros paseos a diarios, juntos. Te extrañaré a ti.

Porque vendrán otros, pero tu serás siempre el primero. Tú serás siempre mi “perrito grande”. Tú serás siempre como te llamaba la nena “perrito patitas de chancho, colita de zorro”. Tú serás siempre “mi perro”.

Ya los viajes, las salidas y los amigos, no serán lo mismo sin ti. Serán nuevos, serán otros, pero nunca igual. Porque lo que compartimos durante estos 15 años juntos, es toda una vida. Y ha sido maravilloso. Nunca me he arrepentido de adoptarte.

Creo que he hecho el mejor gesto de amor hacia ti que podía hacer. Demostrándote lo que te quería. Dejarte marchar. No pensar en prolongarte la vida, egoístamente para tenerte un poco más de tiempo conmigo. Te quería demasiado para hacerlo.

Hoy me han dicho “que valor Lu”. Pues no, no ha sido valor, ha sido responsabilidad hacia ti. Tú siempre has estado junto a mí, cuidándome y me lo has demostrado, día a día, en tu balconcito tomando el sol. Ahora me tocaba a mí, demostrarte que yo también te iba a cuidar hasta el final. Aunque me duela el alma, tu pérdida. Cruza el arco iris, y esperame del otro lado, que cuando me toque a mi, se que estarás esperándome. Pero ahora, mi perrito grande …

Verdi,
ahora empieza otra época.
La época de aprender a vivir sin ti.
20 Nov. 1994 – 14 Sept. 2009
Etiquetado: / / / / /

Para los que tenemos perros

Hoy he leído la columna de Elvira Lindo para El País, dominical, y sinceramente me ha hecho casi llorar, porque yo no podría haber escrito nunca algo igual, pero es lo mismo que siento yo, cuando veo a mi Verdi con casi 15 años. Y también me pregunto, ¿Cuando se hizo viejo?
La reproduzco aquí, porque no tiene desperdicio, y si la corto no tiene gracias.
Elvira Lindo, disculpa, pero esto lo tiene que leer todo el mundo…

Viejo, sordo, incontinente
Mi perro es bastante viejo. Casi dieciséis años. Hace casi dieciséis años iba yo zascandileando por Chueca cuando vi en la jaulilla de una pajarería un yorkie diminuto, más parecido a un murciélago que a un perro. Lo compré. Yo no sabía mucho de perros hasta entonces. Ahora sé casi todo. Tras años de estrechísima convivencia (me ha seguido con admiración en todas mis actividades diarias, sin exclusión) casi me atrevo a decir que nadie me ha querido tanto como él. No hay cariño de un hombre que se ponga a la altura de semejante enamoramiento. Las visitas han sido testigos de la fascinación que el pequeño murciélago ha sentido siempre por mí. Me sentaba a comer y me miraba desde abajo como diciendo, “mírala, qué bien mastica”. Me echaba la siesta y él se la echaba conmigo; debía de presentir el momento en que yo iba a abrir los ojos porque, cuando me despertaba, lo primero que encontraba eran los ojos negros bajo el flequillo perlado. Tampoco me quitaba ojo mientras escribía columnas, novelas, guiones, “no hay otra como ella -parecía pensar-, algún día, este país le dará el lugar que le corresponde: el Parnaso”. Sé que hay lectores que considerarán pueril mi relato. Lo asumo. Si Hitchcock abominaba de rodajes con perros y niños, también hay lectores que en cuanto ven que un artículo se llena de animales, pasan la página. Que la pasen. Es una aspereza típicamente española. Ésa es una buena razón para hojear de vez en cuando la prensa internacional. El otro día, en The Washington Post, venía un extracto conmovedor de Old Dogs, de Gene Wengarten y Michael S. Williamson, un ensayo sobre la experiencia de convivir con perros viejos. Uno de los autores recuerda con nitidez el día en que sintió que su perro comenzó a envejecer. Yo también lo tengo fechado: mi perro se hizo viejo el primer invierno que pasó en Nueva York. En otoño, la ciudad le volvió loco. En contraste con los educadísimos perros neoyorquinos, el mío, iba cruzándose de lado a lado de la acera, queriendo atrapar todos esos olores a mierda de las alcantarillas, a flores de los coreanos, a esas bolsas enormes de comida que tiran por la noche y en la que, si te fijas con atención, ves moverse a las ratas por debajo del plástico negro. Pero llegó el frío hiriente, ese que te quema la cara y te agarrota las manos, y el pobre empezó a andar de puntillas como un Chiquito de la Calzada a cuatro patas. Sucumbí ante eso que hasta hacía un año me parecía una bobada anglosajona: el abriguito. Y es que un perro de Chueca no estaba hecho para esos hielos. Tampoco para los calores agosteños. Recuerdo una mañana ardiente de verano, tras hacerle andar cinco kilómetros por la avenida Madison, que el pobre se me desparramó en el charco de agua que se forma bajo los quioscos de flores y ya no hubo manera de que anduviera. Me lo llevé a casa en brazos con la pelambre chorreando. Ay, esos mis primeros tiempos de soledad. Él provocaba que me saludaran los niños y las viejas. Alguna vez que nos ausentamos de la ciudad, vivió en casa del escultor Leiro y se convirtió en un personajillo querido y célebre entre los vecinos de aquella zona de Tribeca. Sí, yo presentía que se estaba haciendo viejo. Al principio fue un cambio sutil. De joven, había sido como ese chihuahua argentino del chiste que vive en Alemania y le dice a otro perro, “yo en mi país era un dóberman”. Él siempre se había considerado un dóberman. Era mi perro de defensa, no es broma. En cuanto llegaba alguien a casa esos cinco kilos se enredaban entre las piernas de la visita, que se quedaba atónita, aturdida. Pero ese espíritu chulesco se fue aplacando; a esta nueva paz contribuyeron la ceguera y la sordera. Pero en vez de reaccionar con frustración y tristeza, como haría un ser humano, mi perro viejo fue optando por la tranquilidad de espíritu. Ahora, no me cabe duda, es un sabio. En verano encuentra el rincón más fresco, en invierno el rayo de sol más sabroso; no tiene prisa por levantarse, si tú te levantas a las doce él se levanta a las doce, si tú te levantas a las ocho él se levanta también a las doce; ya no quiere alejarse más de cien metros de casa, cuando llega a la esquina, se da media vuelta y da por finalizado el paseo; prefiere dar paseíllos por el patio, como si fuera un jardinero experto, disfrutando del olor de cada hoja; y si se mea (lo que ocurre con cierta frecuencia) ya no corre a esconderse bajo el sofá con miedo a ser castigado. Cuando te ve acercarte con la fregona, te mira como diciendo, “tengo derecho a mearme, soy un viejo incontinente”. Un amigo me dijo un día, “me encantan los perros, pero no los tengo porque su ciclo de vida es demasiado corto”. Es cierto. Pero hay algo tan digno en su vejez, esa capacidad para convertir las limitaciones físicas en placidez contemplativa, que su actitud se convierte en una lección diaria. Cierto es que a veces echo de menos esa adoración sin límites que le hacía mover la cola sólo por el hecho de que yo le mirara. Hemos cambiado los papeles, ahora soy yo quien de vez en cuando se acerca a su cojín. Le miró esos ojos como canicas que miran sin ver y le digo, “cuánto te admiro”. Y él ronronea, entiende mi admiración. Es un viejo con la autoestima por las nubes.

ALgunos humanos deberian aprender de los perros, si señor.

pd: che pedrin, para los que no viven en España y son padres, feliz día…

Etiquetado: / / / / /