Esa reflexión leía en el «Rincón del Tibet«, un blog, que a veces me gusta leer y sigo en Facebook, porque muchas veces sus mensajes me hacen pensar. Si cabe, un poco más.
El texto completo dice…
«No perdí a nadie, me perdieron. Siempre me esmere por dar lo mejor, me entregué sin condición me arriesgué a todo por amor.
Luche muchas veces con ese ser insoportable que llevaba dentro. Tenía miles de miedos y varios demonios internos; aun con todo eso, siempre estuve ahí, ahí mostrando y dando la mejor versión de mí.
No me arrepiento de lo entregado, mucho menos del tiempo ya dedicado.
Me quedo con aquella tranquilidad de saber que lo que hice fue de buena intensión, todo lo que di, siempre fue sincero y de corazón.
Hoy en día, sonrío y vivo feliz; porque
yo jamás me perdí, a mí me perdieron.»
Es verdad. Cuanta gente, en nuestras vidas, damos lo mejor de nosotros, y sin saber nunca porque desaparecen, o dejan de hablarnos, o ya no vemos más, o lo que sea. A mi estos años me ha pasado un par de veces.
El pensamiento occidental, nos lleva a echarnos la culpa o preguntarnos que hemos hecho mal para que pasara lo que pasaba. Que en el fondo, y por propia experiencia, nunca me enteré que había pasado. Simplemente paso.
Al día de hoy, se que hice lo que sabia y podía según las circunstancias de cada momento, como todo lo que hago en mi vida. Como me comporto con todos y me he comportado siempre. Por eso hace mucho que ya no me pregunto «porque…» simplemente he dado vuelta página con ellos. Siguiendo para adelante, aunque a veces doy vuelta la cabeza y veo de soslayo con algo de tristeza, su andar por la vida, y sobre todo lo lejos que están de mi. Bueno uno que es así.
Por eso al leer esta reflexión, así me siento. Es toda una revelación para mi… «No perdí a nadie, simplemente ellos me perdieron«…